Jannik Sinner rompió su propia regla de oro durante la pérdida del Abierto de Francia ante Carlos Alcaraz

Jannik Sinner tuvo un día que rápidamente se volvió agrio, a pesar de tener tres puntos de campeonato en la final del Abierto de Francia. El muy esperado Grand Slam se enfrenta entre Sinner y su conocido adversario Carlos Alcaraz terminó a favor del español.

Sinner fue un contendiente formidable en todo el emocionante partido. Incluso cuando Alcaraz parecía tener la ventaja en el quinto y último set, el No. 1 del mundo no retrocedió y empujó el partido a un decisivo de campeonato. Sin embargo, la velocidad, la fuerza y ​​la precisión de Alcaraz demostraron demasiado para Sinner.

Hubo primeros indicios de que las cosas podrían no ir a la manera de Sinner durante el set decisivo, ya que inusualmente perdió la calma en varias ocasiones.

Fue visto castigar a su equipo en las gradas y desahogar su frustración en su raqueta en juegos consecutivos.

Si bien dicho comportamiento es común en la cancha de tenis, especialmente durante los partidos de alto riesgo como una final de Grand Slam, el Sinner suele ser conocido por su comportamiento compuesto. Se ha ganado una reputación como jugador que permanece fresco, tranquilo y recogido bajo presión.

Es algo que discutió anteriormente en el Abierto de Francia, enfatizando la importancia de mantener la calma bajo presión, incluso si sentía agitación dentro.

Después de su victoria en la cuarta ronda sobre Andrey Rublev, respondió: “Absolutamente no es cierto”, cuando se le preguntó si siempre mantiene el control emocional.

Él elaboró: “En el interior hay una tormenta.

“Soy alguien que intenta ver mucho del otro lado, trato de entender cómo se siente mi oponente, pero nuevamente, al comienzo de mi carrera fue un poco, la tormenta estaba afuera, no solo adentro. Estoy feliz de cómo manejo las situaciones (ahora)”.

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Sinner canalizó esa tempestad interna cuando entró en la cancha para el partido monumental del domingo, y finalmente se convirtió en parte de la final más larga en la historia del Abierto de Francia.

Alcaraz prosperó bajo la presión y reflejó la ferocidad de Rafael Nadal para asegurar coronas consecutivas en Roland-Garros, fijando la mira ahora en triunfar en Wimbledon.